Durante el siglo XX miles de italianos emigraron a Escocia. Pero, al parecer, hace 400 años un puñado de escoceses podría haberse instalado en una aldea de los Alpes italianos. Al menos esto es lo que cuenta la leyenda…
Sin embargo, hay muchos indicios de que tal vez esta historia sea real.
De hecho, los habitantes de Gurro, una aldea acurrucada entre las montañas del noroeste de Italia, a pocos kilómetros de la frontera con Suiza, hablan un extraño dialecto, incomprensible incluso para los habitantes de los pueblos del mismo valle.
Además, tienen apellidos muy peculiares, más proprios de las Tierras Altas de Escocia que del Valle Cannobina de Piamonte donde residen.
Y más aún, la falda del traje típico de las mujeres recuerda de manera muy sospechosa a las líneas horizontales y verticales del tartán.
Soldados en el siglo XVI
La explicación más acreditada hasta ahora es que los ancestros de los actuales habitantes de Gurro podrían haber sido unos soldados escoceses que combatieron al sueldo del rey francés Francisco I en la batalla de Pavia, cerca de Milán, en febrero de 1525, ganada por las tropas germano-españolas del emperador Carlos V.
Según esta historia, mientras emprendían el rumbo de vuelta hacia Escocia, los soldados pararon en Gurro, donde se vieron atrapados por la nieve. Muchos de los vecinos creen que finalmente esos mercenarios nunca retomaron su camino a casa.
"He escuchado esta historia desde que era niño", afirma Alma Dresti, quien nació y se crió en Gurro.
"Sé que en parte es leyenda. Pero me gusta creer en ella y estoy convencida de que algo de verdad tiene", reconoce.
"Me gusta imaginar que aquellos jóvenes soldados que trataban de regresar a casa pararon aquí y les encantó, así que una vez llegada la primavera decidieron quedarse".
Un cuento de la zona narra cómo esos visitantes escoceses raptaron a las mujeres del pueblo aledaño, celebrando la hazaña con grandes fiestas, y luego, al amanecer, despertaron al cura del pueblo para legalizar sus uniones.
Alma afirma que esto podría explicar el origen de unas peculiares costumbres de Gurro, como la de celebrar los banquetes de boda antes de la ceremonia y de casarse por la mañana temprano.
"Esta tradición de consumir el banquete de boda una semana antes del mismo casamiento estuvo en vigor hasta la década de los 50," explica Alma.
"Mis padres, que se casaron en enero del 1951, lo hicieron así. Una semana antes de la boda invitaron a sus parientes a una fiesta enorme, luego cada uno volvió a su respectiva casa familiar y, finalmente, una semana después, se casaron en la iglesia a las 6 de la mañana".
Arquitectura y lengua
A la madre de Alma, que tiene 95 años, se la puede encontrar sentada en un banco del pueblo, mientras ocupa las horas del día en compañía de otras mujeres, todas ataviadas con el traje tradicional, enaguas de tartán incluidas. Algunas de ellas llevan el apellido Patritti, que se cree es derivado de 'Patrick'.
Mientras caminamos por las empinadas calles adoquinadas, la hija menor de Alma, Sabrina, me señala un rasgo arquitectónico inusual.
Algunos de los edificios tienen soportes de madera bajo las ventanas, colocados de manera que forman algo que se parece a una cruz de San Andrés.
Y me cuenta que algunos consideran que las palabras derivadas del celta que existen en su dialecto son la prueba de su origen escocés.
"Sobre todo la manera en que se dice 'sí'. En italiano se pronuncia 'sì' y, en general, en los otros dialectos varía levemente, como 'shi'," sostiene Alma. "En cambio aquí se dice 'aye'. El acento ha cambiado un poco, así que suena más 'ayee' que 'aye', pero aun así se parece mucho a la forma escocesa".
Hay muchos más indicios que los lugareños pueden enumerar para fundamentar su tesis.
Uno de ellos es la canción popular cuya letra habla de la nostalgia por el mar, aunque hace 500 años los vecinos de Gurro difícilmente habrían podido viajar tanto para verlo.
También tienen un nudo marinero, que esta gente de montaña debió haber aprendido de algún pescador.
Un clan más
Todos estos elementos impresionaron tanto a un antropólogo aficionado escocés, George Robert Gayre (1907-1996), barón de Lochoreshyre, quien decidió investigar el asunto.
En su libro The Lost Clan (El clan perdido), que se hizo conocido por las lamentables opiniones raciales que contiene, defiende que los habitantes de Gurro pueden reclamar su ascendencia escocesa con suficiente seguridad.
Por ello, en 1973 los incluyó de manera simbólica en su 'clan' (una palabra de origen gaélico que significa "hijo" o "descendiente" y que en Escocia se atribuye a un conjunto de personas unidas por un vínculo familiar).
Silvano Dresti rememora la fiesta que se organizó aquel año para celebrar el acontecimiento.
"Había mucho entusiasmo y para la ocasión se decoraron las calles del pueblo con banderas de Escocia y de Italia. El hecho de habernos afiliado a un clan nos hizo sentir orgullosos", explica.
Silvano recuerda al barón y a los gaiteros escoceses con sus kilt(falda típica), y a los invitados ilustres como Oscar Luigi Scalfaro, quien tiempo después fue elegido presidente de la república italiana. Un equipo televisivo de la BBC de Escocia grabó toda la celebración.
En aquella época Silvano tenía 18 años. "Yo era campanero", dice. "Aprendí a tocar el himno de Escocia, Scotland the Brave(Escocia la valiente), practicando con las campanas de la iglesia".
Alma Dresti se acuerda de que los preparativos para la fiesta empezaron mucho antes, con toda la gente del pueblo empeñada en limpiar, ordenar y plantar flores por el pueblo.
Durante aquel verano, grupos de hombres y mujeres se reunían en las laderas de las montañas del pueblo para practicar viejas canciones folclóricas que interpretarían el día de la celebración, cuenta Alma.
Ella tenía 21 años y su primera hija, de apenas dos meses de edad, era la aldeana más joven que ese día iba vestida con el traje tradicional.
"Fue una emoción increíble observar el desfile desde la plaza de la iglesia, con el barón, el alcalde, todos los invitados y los gaiteros. Fue algo único. Cuando pienso en ello todavía se me pone la piel de gallina".
Su marido, Adriano Desti, quien en aquel periodo era concejal del pueblo, tiene recuerdos igual de apasionados, aunque quizás más borrosos.
"Hicimos una fiesta con el barón en las oficinas municipales. Sentimos desde el principio un sentimiento de afinidad. ¡Él trajo tres o cuatro cajas de whisky!", cuenta entre risas.
El bar del pueblo se llamó durante años Scotch Bar (Bar escocés) y ahora es el "Circolo degli scozzesi" (El club social de los escoceses).
Silvano Dresti coge entre brazos una gaita, aunque en seguida aclara que él toca el tipo italiano más fácil, el baghet bergamasco.
Su hermano, Giorgio, visitó la casa de la familia Gayre, el castillo de Minard, cerca de Inveraray. "Cuando dijo que era de Gurro, le dieron la bienvenida", dice Silvano.
Y aunque él no fue, dice que nunca olvidará el momento en que llegó a Escocia por primera vez.
Sus ojos se humedecen mientras recuerda cuando se bajó del coche, poco antes de cruzar la frontera con Inglaterra.
"La guía nos digo, 'Allí es donde empieza Escocia'. En aquel momento sentí emociones dentro de mí que realmente no puedo explicar... Escocia ... Recuerdo haber pensado: 'Esta es la tierra de la que dicen que venimos'."
Al bajar del autobús en Edimburgo, oyó el sonido de una gaita. "Seguí la música a través de las calles hasta llegar frente a una gran tienda donde había un gaitero con su kilt y adornos. Yo ya me sentía emocionado por el sonido de la gaita, pero estar en el reino de las gaitas escocesas bajo el castillo... fue tan potente."
Nueva conexión
Una nueva conexión gaélica se estableció cuando Sabrina Dresti, hija de Adriano y Alma, visitó el norte de Escocia y se enamoró de Sam MacDuff.
Pero, ¿podría la historia de la que tan orgullosos están en Gurro convencer a un escéptico escocés?
"Bueno, al principio pensé que era una broma", afirma Sam. "Pero después de haber leído más sobre este tema, me convenció de que es posible, o, al menos, de que es plausible que hayan algunas raíces comunes".
Sam dice que su tío, un académico de la Universidad de Edimburgo y un entusiasta de la genealogía y la historia local, hizo algunas investigaciones por su cuenta.
"Examinó algunas de las tesis sobre los nombres y las razones históricas y creo que hay una cantidad razonable de indicios que demuestran que, de hecho, la historia podría estar basada ciertos elementos reales", dice con cautela.
Su suegra recuerda la reacción en Gurro cuando se anunció la noticia del compromiso.
"Había chistes del tipo, 'Tu hija está volviendo a sus raíces, así que ahora tenemos a un verdadero escocés y ya no se trata sólo de una leyenda'", dice Alma.
Visitar Escocia para la boda fue para Alma y Adriano una experiencia emocionante.
"Sentíamos un poco como si estuviéramos regresando a nuestros orígenes", explica Alma.
"Creo que todos los seres humanos están contentos de descubrir sus orígenes y saber que pertenecen a un grupo. Yo allí me sentía como en casa. Me encantaría tener la confirmación de que nuestra historia es verdadera".
Adriano cuenta que buscaron pruebas, pero en vano. "Fuimos al pueblo del barón e incluso viajamos a un viejo cementerio para ver si podíamos encontrar algunos nombres que se asemejaran a los nuestros, pero no encontramos ninguno que fuera parecido. Sin embargo, la emoción de ese día fue agradable de todos modos".
Con el propósito de que su boda reflejase lo que ella considera su herencia escocesa compartida, Sabrina convenció a Sam para que llevara un kilt. "Sí, por primera vez en mi vida!", comenta Sam. "Lo hizo principalmente para mí", se ríe Sabrina, "pero también por esta tradición".
Dany Mitzman
BBC Magazine
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