En la Casa Histórica, en el Museo Folklórico y en la Peña El Cardón encontramos huellas de la época colonial. Los objetos de aquellos años.
Queda muy poco. Casi nada. Intentar conocer cómo vivíamos los tucumanos en 1810 a partir de las objetos e inmuebles que sobrevivieron de la época colonial puede deparar sorpresas. La primera (mala) noticia es que la modernidad arrasó con prácticamente todas las antiguas casas y edificios que en ese momento histórico formaban parte del casco céntrico de la ciudad.
Sólo una fachada, las paredes de una casa y el Salón de la Jura de la Casa Histórica nos permiten acercarnos a aquellos tiempos. De esos años se conserva parte de la casa que perteneció a la familia Alurralde y que hoy es el Museo Folklórico (24 de Septiembre 565), y el frente del inmueble donde funciona la Peña El Cardón (Las Heras 60), según consta en el Catálogo del Bicentenario-Patrimonio Edilicio y Urbanístico de Tucumán, que hizo Juan Bautista García Posse bajo la coordinación de Mercedes Aguirre, del Ente Cultural Tucumán.
A los objetos de la época no les pasó la picota por encima, pero muchos terminaron arrojados al olvido por el desinterés. “Los elementos de uso cotidiano se fueron cambiando. Algunas familias pudieron conservar algo y lo donaron a la Casa Histórica. Si tenemos en cuenta que para armar la sala de representantes se debió recurrir a familias y conventos para conseguir sillas y mesas, quiere decir que el mobiliario de esa época no era muy completo ni como lo conocemos ahora. Las casas importantes podían tener una que otra mesa, escasos asientos, cajas (baúles) para guardar ropa, libros, joyas o papeles. Algunos tenían un estrado (tarima) con balaustrada para separar ambientes en una pieza, pero carecían de armarios. Por lo común en pocas piezas resolvían su vida cotidiana”, detalló García Posse.
Hay un lugar clave donde es posible encontrar testimonios originales de la época colonial. Es en el primer salón de la Casa Histórica. Allí se conserva, por ejemplo, una petaca de viaje hecha de cuero, en la cual los viajeros guardaban sus objetos de uso personal, como la ropa y los libros. Cuenta Juan Pablo Bulacio, del Área de Investigación del Museo Casa Histórica, que la creciente actividad económica hacia fines del siglo XVIII intensificó el tránsito por los caminos: la gente se trasladaba en carreta. Los viajeros llevaban en sus carruajes desde sus criados hasta sus libros e incluso sus muebles.
También hay en esta sala del solar histórico un espejo de plata labrada. Era uno de los bienes más preciados por las mujeres de elite, resalta Bulacio. En realidad, todos los elementos de platería eran muy valorados en aquella época. Dos vitrinas lo reflejan claramente: hay jarras, un mate con su respectiva bombilla y candelabros. “La vajilla de plata se usaba para ocasiones especiales y las familias la tenían más bien como reserva económica. En caso de crisis, las vendían”, especifica.
Un arcón de madera, un crucifijo, una campana y dos atriles, todos del siglo XVIII, completan la colección de objetos coloniales. “Del año 1810 no tenemos nada específicamente”, aclara Bulacio. Lo que sí tienen como un elemento muy preciado son las puertas originales de la casa, construida durante la década de 1760. El inmueble emblemático atravesó por sucesivos y profundos cambios de fisonomía. Fue declarado Monumento Nacional en 1941 y reconstruido en 1943. Del edificio original solo queda la sala donde se juró la independencia, pero ni siquiera los muebles que están allí son los originales de 1816.
“Sí hay algunos muebles de la época colonial en la iglesia San Francisco”, acota Mercedes Aguirre, quien señaló que desde el Ente Cultural están en pleno trabajo de investigación para rastrear todas las huellas históricas del Tucumán colonial. Otros rastros de la época se pueden hallar en el Museo Histórico Nicolás Avellaneda. Se trata de imágenes religiosas que donaron distintas familias.
“Es una pena que casi no haya quedado patrimonio de 1810 en nuestra provincia. Lamentablemente no hubo una legislación adecuada para proteger los edificios a tiempo”, sostuvo Valentina Mitrovich, profesora de historia y jefa del área de investigación del Museo Casa Histórica de la Independencia, coautora del libro Los tiempos del Congreso en 1816. Una mirada desde adentro.
Lucía Lozano - LA GACETA
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