domingo, 27 de marzo de 2016

Parque Avellaneda: la última estancia porteña

El Parque Nicolás Avellaneda cumple 102 años (fue inaugurado el 28 de marzo de 1914). Un siglo de vida que se nutre de historias de progreso, ascenso social, soledad, abandono y solidaridad. Las leyendas también son parte de esa historia: algunos vecinos del barrio aseguran haber visto las bocas de acceso a túneles que atravesarían el parque, alimentando un mito urbano que aún no pudo ser comprobado.

Actualmente, el Parque pertenece al Ministerio de Ambiente y Espacio Público de la Ciudad, está ubicado al suroeste de la ciudad de Buenos Aires y delimitado por la Av. Directorio, Lacarra, La calle Monte y Florentino Ameghino, en el corazón del barrio que lleva su nombre. Cuenta con más de 30 hectáreas con un rico patrimonio cultural, natural e histórico. Allí se encuentra la Casona de los Olivera (hoy centro cultural barrial), que fue casco de la Chacra de los Remedios. Su nombre tiene origen en el año 1727, cuando Buenos Aires fue asediada por una epidemia de tifus devastadora durante la cual se proclamó a Nuestra Señora de los Remedios como Patrona Menor de la Ciudad y se levantó un oratorio dentro de la chacra. Por entonces, la propiedad ocupaba unas 1.200 hectáreas que se extendían desde el arroyo Maldonado hasta el Riachuelo y desde las actuales avenida Lacarra hasta Escalada. Durante el siglo XVIII, la propiedad llegó a manos de la Hermandad de la Santa Caridad que utilizaba el predio como quinta de verano para las niñas huérfanas.

En 1828, el predio fue adquirido por Domingo Olivera para explotarlo con fines agrícolas, actividad que desarrolló por casi 100 años. La familia Olivera transformó la propiedad que fuera usada como colegio de niñas en una residencia señorial. A comienzos del siglo XX, la "Chacra de los Olivera" tenía ejemplares de especies arbóreas que habían sido traídas de Europa. Por entonces, y en el marco de las políticas higienicistas de la época, el gobierno tenía especial interés en mantener espacios verdes en los barrios que se iban desarrollando. Así fue como la Municipalidad de Buenos Aires le ofreció a los herederos de Olivera comprar parte de sus tierras para destinarlas a un parque público. El Parque Nicolás Avellaneda es actualmente el segundo espacio verde público de la Ciudad por su extensión, forestación y patrimonio (histórico, social y cultural).

Entre 1960 y 1983 el predio atravesó una etapa de decadencia, fragmentación y abandono, en el que se levantaron rejas sin planificación alguna y, como punto culminante del deterioro, le abrió una herida la traza de la Autopista Perito Moreno que lo atraviesa parcialmente. A fines de los 80's comienza una etapa de recuperación del espacio verde y su patrimonio cuando se funda el CESAV (Centro de Estudios y Actividades Vecinales de Parque Avellaneda) donde los vecinos realizan una gestión asociada y una planificación participativa en conjunto con las autoridades municipales.

La Casona de los Olivera

La antigua Casona de los Olivera adquiere un aspecto señorial a partir de las reformas que en 1870 realizó Carlos Olivera, uno de los primeros doce ingenieros recibidos en el país junto con Eduardo Madero y Luis Huergo. Hoy en día, es el único casco de estancia que se mantiene en pie en la Ciudad de Buenos Aires. La construcción combina elementos característicos de distintas corrientes arquitectónicas: estilo italiano y francés, fundamentalmente.

La Casona que albergó a la familia propietaria de la chacra consta de cuatro volúmenes de tres niveles articulados por un cuerpo central, desarrollados en dos niveles. "Es el testimonio de la arquitectura ecléctica que caracterizó el período de apogeo económico de la clase terrateniente argentina de fin de siglo XIX. La Casona se transformó con la incorporación de elementos italianizantes como logias, columnas, pilastras y ornamentación de la fachada. Además de un volumen con mansarda que responde al estilo francés", detalla la arquitecta Rita Comando en "Relevamiento Patrimonio Rural Parque Avellaneda, FADU-UBA.

El mismo trabajo de investigación describe la construcción en detalle. Los techos con pendiente poseen un rompenieve ornamental que enfatiza la tendencia afrancesada. Las cubiertas originales podían ser de pizarra negra o grisácea, y fueron reemplazados en la última reforma por techos de chapa negra. Los cuatro volúmenes están unidos por uno central, con techo plano, formando terraza interna. La torre hexagonal con bordes ornamentados fue utilizada como mirador y, según testimonios, tenía una veleta. El balcón terraza que rodea perimetralmente parte del edificio fue agregado a principios del siglo XX y exigió la desaparición de dos balcones en el frente principal.

En el interior de la casona, la base de las columnas del hall es circular, con fuste liso y capitales ornamentados con diagramas de hojas y volutas. Las paredes hoy están pintadas de color blanco. Pero en tiempos de la familia Olivera debían estar revestidas con papeles pintados. El piso veneciano data de 1890 aproximadamente: "Seguramente vino a reemplazar uno de baldosas coloradas o de mármol blanco y negro", describe el arquitecto Carlos Moreno. Y amplía: "En 1895, se colocó un piso similar en la Catedral y en 1898 se puso también uno parecido en el edificio La Prensa. Estaba de moda".

El tesoro perdido

¿Hay túneles en Parque Avellaneda? se pregunta el arqueólogo urbano Marcelo Weissel quién junto a un equipo de geofísicos y arqueólogos intentó dar con un supuesto túnel que atravesaría al Parque Avellaneda y que habría comunicado, a mediados del siglo XIX, la Casona de los Olivera con la Villa Ambato (hoy es la Escuela Técnica N°8 "Paula Albarracín de Sarmiento"). Los investigadores se basaron en los testimonios de algunos vecinos del barrio, quienes manifestaron que cuando eran niños habían entrado en el túnel y caminado por algunos metros del corredor subterráneo. Un grupo de especialistas coordinados por Weissel comenzó a estudiar el terreno como paso previo a una posible excavación. Emplearon técnicas de geofísica, la recolección de ladrillos del siglo XVIII y un registro de documentación histórica de OSN. Sin embargo, no pudieron ubicar ningún túnel. Para eso, según el especialista son necesarias algunas excavaciones arqueológicas y el empleo de la técnica de georradar para confirmar la hipótesis


Arte y cultura en el verde

La casona no es la única construcción que alberga este espacio verde. El antiguo Tambo, inaugurado en el año 1913 para la producción de lácteos y el acopio de granos, es actualmente la sede del Centro de Artes Escénicas. Mantiene la fachada y el mismo estilo de la arquitectura rural inglesa con el que fue concebido. En este Centro funcionan varias compañías teatrales y se dictan cursos.

Hay más historia en los ladrillos. El Natatorio, el primero de la Ciudad, data de 1925 y funcionó como tal hasta su cierre en la década del 70. Luego, el edificio fue abandonado y recién en la década del 90, recuperado y restaurado. Ahora, funciona como un espacio de uso compartido por la Escuela Media N°2 DE 13 y el Centro de Producción Cultural, que integra el Complejo Cultural Chacra de los Remedios. Este último coordina los distintos cursos y talleres artísticos que se dictan en el Natatorio.

La naturaleza del Parque es abundante: reúne 120 especies de árboles y unas 36 de arbustos. El eucalipto y el jacarandá son, junto con las tipas y los olmos, las especies más representativas. Es muy probable que Eduardo Olivera, hijo de Domingo Olivera (antiguo propietario de los terrenos del Parque), haya plantado él mismo algunos de los árboles más añosos del Parque. Palomas, cotorras y carpinteros son las especies de aves más comunes que habitan el parque. Además de la calandria, el zorzal, el colorado, el hornero y el benteveo.

También hay un vivero en el sector noroeste del predio, que fue creado en 1917 con el fin de producir los árboles y las flores que ornamentarían los espacios verdes de la ciudad. Actualmente, ocupa 6 hectáreas y sigue cumpliendo esa función.

El parque se puede recorrer a pie, al trote, en bicicleta y en tren. Desde septiembre de 2015 funciona nuevamente el trencito de la alegría, el mismo que había recorrido el Jardín Zoológico y que en 1929 fue trasladado al parque. Realiza una vuelta de 1.600 metros alrededor del parque en un recorrido que dura unos 15 minutos, a una velocidad de 6 kilómetros por hora. El Expreso Alegría funciona los días sábados, de 11 a 13 y de 14 a 17. Durante el recorrido, los pasajeros pueden descubrir los sitios más emblemáticos del parque: la Casona, el Jardín de la Meditación, el Vivero o la calesita.

Por Paula Baldo - pbaldo@clarin.com

Fuentes: Colección cuadernos educativos, Parque Avellaneda (Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico y Cultural de la Ciudad de Buenos Aires); Parque Avellaneda Web

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