Estas notas tienen por objeto mantener a los interesados en contacto con las excavaciones y hallazgos que se llevan a cabo en el trabajo encarado por la Dirección General de Patrimonio e Instituto Histórico, dado el interés que ha despertado este conjunto de los siglos XVII y XVIII debajo de la que fuera la casa del Virrey Liniers en San Telmo. En este artículo, que es el número 23 de la serie y escrito en el año 2012 por Odlanyer Hernández de Lara y Daniel Schávelzon, se hace mención al hallazgo de dos cuchillos con mango de hueso decorado.
Durante el proceso de estudio del material que se halló en la excavación arqueológica de la llamada Casa del Virrey Liniers se encontraron los restos de dos mangos de cuchillos hechos de hueso. Si bien sabemos por los documentos de aduana que llegaban en gran cantidad especialmente en el siglo XIX, es raro encontrar más antiguos y en general de cualquier época ya que el metal tiende a oxidarse rápidamente en el subsuelo de la ciudad. Y los mangos se desprenden y por lo delgado de sus caras se desintegran o son irreconocibles.
Mientras los especialistas en conservación y restauración limpiaban el material proveniente del estrato más profundo de la cuadrícula K4, una pieza ósea les llamó la atención. Al observarla coincidimos en que se trataba del mango de un cuchillo. La pieza presenta un par de chapas de hueso adosadas a la hoja metálica que se encuentra fracturada. El peso de la lámina de metal entre las dos mitades del hueso fue uno de los indicadores que llamó la atención. Pero además, las chapas de hueso se hallan decoradas con círculos tallados con un punto central. Pero nos deparaba una sorpresa más en la cuadrícula K4: otro fragmento muy corroído de metal cuyo óxido quedó adherido a otros objetos, pero que al mirarlo en detalle se observa que se asemeja al mango antes hallado, es decir que serían dos mangos similares. Esta vez la baja conservación del metal casi ha destruido el objeto por estar en una humedad muy elevada. La observación detallada de la pieza de perfil permitió distinguir las chapas de hueso adosadas a una hoja metálica. Que se trata de un cuchillo y no una navaja lo demuestra que es una hoja metálica, no tres, dos fijas y una movible, y que el fragmento metálico es rectangular y no curvado.
Es interesante anotar que las dos piezas, las únicas de su tipo encontradas en la excavación, aparecieron en la misma cuadrícula, en una esquina enmarcada entre muros. El desnivel que se observa en esa parte del terreno parece haber favorecido la depositación de material, lo que explicaría la densidad de hallazgos en ese sector.
La decoración de círculos con un agujero central que tienen los mangos es una vieja tradición existente tanto en el área andina prehispánica como en Egipto, Roma y luego toda Europa, y está hecha con un tipo de compás de metal que al girar produce este peculiar efecto. De allí que resulte casi imposible fecharlo por sus características formales; en lo funcional se asemeja más a otros hallazgos del siglo XVIII tardío o siglo XIX inclusive. Creemos que se trata de una cuchilla para afilar las puntas de las plumas de ave usadas para escribir.
La forma del mango del cuchillo más conservado tiene una extensión conservada de5.8 cmy un ancho máximo de1.6 cm, con una hoja interna de1.2 cm, esto lo hace coincidir con otros hallados en el siglo XVIII en el país y en el exterior. El sistema de amarre, es decir la forma en que la hoja central fue unida a las dos mitades que forman el mango es peculiar –no está clavado en el hueso que es poroso en su diáfisis, que era la manera habitual de hacerlo en la madera-, si no que fue unido con pequeño alambres pasantes a modo de tarugos. Esto podemos verlo usado desde el siglo XVIII, durante todo el siglo XIX y hasta la actualidad en navajas y cortaplumas.
Centro de Arqueología Urbana - FADU / UBA
martes, 20 de noviembre de 2012
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